La decisión de bajar los precios responde a la eliminación de ciertos aranceles a insumos importados, lo que ha permitido ajustar costos sin comprometer la calidad. Sin embargo, desde la industria textil local advierten sobre el impacto negativo que esta situación podría tener en la producción nacional. Según datos recientes, el 67% de la ropa que se compra en Argentina es importada, lo que ha generado una caída en la actividad de las fábricas locales y la pérdida de miles de empleos.
Mientras el Gobierno celebra la baja de precios como una señal de recuperación económica, los empresarios textiles alertan sobre la vulnerabilidad del sector y la necesidad de políticas que protejan la producción nacional. La pregunta que queda en el aire es si esta estrategia de reducción de precios será suficiente para sostener la industria local en el largo plazo o si marcará el inicio de una transformación definitiva en el mercado de la indumentaria en Argentina.