Un día después del bombardeo estadounidense a tres instalaciones nucleares clave en Irán, el presidente Donald Trump volvió a sacudir el escenario internacional al insinuar que un cambio de régimen en ese país no está fuera de discusión. “No es políticamente correcto usar el término ‘cambio de régimen’, pero si el actual régimen iraní no puede hacer a Irán grande de nuevo, ¿por qué no habría un cambio?”, escribió en su red Truth Social, cerrando su mensaje con el acrónimo MIGA (“Make Iran Great Again”).
La declaración llega tras la denominada Operación Martillo de Medianoche, en la que bombarderos B-2 lanzaron municiones antibúnker sobre las plantas de Fordow, Natanz e Isfahán, consideradas el corazón del programa nuclear iraní. Según el Pentágono, los ataques fueron “quirúrgicos y devastadores”, aunque funcionarios del Departamento de Defensa aclararon que el objetivo no era derrocar al gobierno iraní, sino frenar su capacidad de enriquecimiento de uranio.
La respuesta de Teherán no se hizo esperar. El embajador iraní ante la ONU acusó a Estados Unidos de “destruir la diplomacia” y advirtió que su país decidirá “el momento y la escala” de su represalia. Mientras tanto, miles de ciudadanos se movilizaron en las calles de Teherán en rechazo a la ofensiva, y el gobierno iraní prometió ejercer su “derecho legítimo a la autodefensa”.
La comunidad internacional observa con creciente preocupación. El Organismo Internacional de Energía Atómica alertó sobre el riesgo de una escalada irreversible, mientras potencias como Rusia y China condenaron el ataque. En paralelo, Israel respaldó la acción y agradeció públicamente a Trump por “actuar cuando otros dudaban”.
El escenario en Medio Oriente se vuelve cada vez más volátil, y la posibilidad de una confrontación directa entre potencias no parece descartada. En Washington, la Casa Blanca insiste en que busca la paz, pero el mensaje de Trump sugiere que el conflicto podría estar apenas comenzando.