Alfonso Morales parte de un punto neurálgico: el ataque de
Hamas a
Israel el 7 de octubre de 2023. Desde entonces, la escalada ha dejado al descubierto un nuevo escenario en el que, más allá de las milicias palestinas como Hamas o
Hezbollah, la confrontación parece posicionar directamente a
Irán frente a Israel. Y eso, advierte, reviste una gravedad inédita. El único país con armas nucleares comprobadas en la región es Israel. Irán ha desarrollado un programa civil bajo sospechas, pero sin confirmaciones. Aun así, la tensión es insostenible.
El analista insiste en que el
artículo 51 de la Carta de Naciones Unidas –el que consagra el derecho a la legítima defensa– no habilita represalias ilimitadas. “
La defensa no puede implicar borrar del mapa a un actor internacional”, advierte, en alusión al castigo israelí sobre Gaza. La desproporción, sostiene, erosiona los principios del derecho humanitario. La situación de
Palestina, no reconocida plenamente como Estado, expone otra grieta. “Cuando incorporamos a Gaza en el análisis, debemos leerlo desde el derecho internacional humanitario. Hay reglas: no se puede asfixiar a una población cortando suministros básicos. Y eso es lo que está ocurriendo”, denunció Morales.
“
La ONU no es una policía global”, recuerda el analista, y destaca el carácter casi simbólico de muchas de sus resoluciones. “La única vez que Naciones Unidas actuó por encima de sus atribuciones fue al aprobar la creación del Estado de Israel en 1948”, remarca con ironía jurídica. Desde entonces, decenas de resoluciones condenatorias han sido ignoradas por Israel, sin consecuencias. Además, explica que cualquier despliegue militar o decisión de peso en el Consejo de Seguridad queda maniatada por el poder de veto de los cinco miembros permanentes. “Los cascos azules solo pueden actuar si hay consenso. Y nunca lo hay”, lamenta.
Uno de los capítulos más inquietantes del análisis de Morales se refiere al papel de
Estados Unidos.
Donald Trump ha puesto en pausa su postura. Dijo que esperará dos semanas para ver “cómo escala la situación”. Es una forma elegante de apostar a la destrucción, sentencia. Pero lo más grave, a su juicio, es que Estados Unidos ya no parece interesado en sostener ni el libre mercado, ni la democracia como modelo, ni mucho menos el sistema multilateral. “Cada Asamblea General de la ONU nos deja la sensación de que puede ser la última con Estados Unidos participando y financiando”, alerta.
La “solución de los dos Estados” –con un territorio para Palestina y otro para Israel– aparece hoy como una utopía. Morales destaca el giro de países árabes que han decidido “occidentalizarse” y distanciarse del conflicto, como
Emiratos Árabes Unidos o
Qatar.
Egipto, actor clave en el pasado, hoy exhibe una postura tibia. “El pueblo palestino tiene derecho a autodeterminarse, pero ese derecho comienza por tener un territorio. Y eso está cada vez más lejos”, subraya el experto.
La etiqueta de “Tercera Guerra Mundial”, tan repetida en redes sociales, no es adecuada, según Morales. No hay una conflagración abierta entre grandes potencias. Para hablar de guerra mundial, tiene que haber una declaración formal. Pero lo preocupante es que el escenario de destrucción mutua, como en la crisis de los misiles en los 60, vuelve a ser posible. En un mundo dominado por la incertidumbre y las pulsiones primitivas de poder, Morales concluye con una reflexión incómoda: ya no estamos guiados por un sistema de normas compartidas, sino por la intuición de los líderes. Y eso es profundamente peligroso.