Con las alianzas electorales cerrándose el 7 de agosto y las listas presentándose el 17, el oficialismo apuesta a que la campaña refuerce su capital político. Mientras tanto, se priorizan anuncios de alto impacto, como la privatización de AySA, y se postergan definiciones legislativas sensibles.
La pulseada por los vetos será el primer test de gobernabilidad del segundo semestre. El Gobierno sabe que no tiene margen para perder, y que cada voto cuenta en una Cámara fragmentada y atravesada por la lógica electoral.