Uno de los gestos más extendidos es beber té de ruda macho en ayunas. La infusión, preparada con hojas frescas o secas de la planta, se considera un protector contra enfermedades, energías negativas y “el agosto”, un concepto popular que asocia este mes con riesgos para la salud y el ánimo.
La tradición indica que debe tomarse el 1° de agosto, preferentemente en número impar de sorbos (uno, tres o siete), y que su preparación debe hacerse con respeto y concentración. En algunos hogares, se mezcla con caña o aguardiente, reforzando su carácter ritual.
Además del té, se realizan ofrendas a la tierra: se entierran alimentos, hojas de coca, bebidas y objetos simbólicos como agradecimiento por los frutos recibidos y pedido de abundancia para el nuevo ciclo. En plazas, cerros y patios, se encienden sahumerios y se comparte el acto comunitario.
El té de ruda no es solo una bebida: es un puente entre generaciones, una forma de reconectar con saberes ancestrales y de reafirmar la identidad cultural en tiempos de cambio. En el NOA, donde la Pachamama convive con la modernidad, el ritual sigue vivo y se adapta sin perder su esencia.