En ese vacío, comenzó a instalarse el nombre de Chiarella, de apenas 36 años, reelecto en 2023 con el 83% de los votos en Venado Tuerto y considerado una figura capaz de encarnar la renovación radical sin arrastrar conflictos internos. Su perfil descontracturado y su ausencia de posicionamientos duros dentro de las tribus partidarias lo convirtieron, en cuestión de horas, en la opción más viable para evitar una batalla intestina.
“Si se confirma lo que anda dando vuelta, mañana puede ser un gran día para todos los valientes que no especulamos y jamás dejamos de creer…”, escribió el diputado Pablo Juliano, dejando entrever el entusiasmo de sectores que buscaban escapar de los liderazgos tradicionales.
La elección ocurre en el momento de mayor fragilidad del radicalismo en cuatro décadas. Por eso, más que una disputa de cargos, la definición de mañana será una señal política hacia adentro y hacia afuera: si el partido apuesta por un liderazgo de síntesis que permita reconstruir su identidad o si profundiza el camino de atomización.
Chiarella aparece hoy como la llave de una estructura necesitada de aire nuevo. Si los consensos se mantienen, la UCR podría amanecer con un presidente inesperado, representante de una generación que busca recuperar la voz y el peso que el radicalismo perdió en el tablero nacional.