El dirigente atribuyó la crisis a tres factores clave: los costos energéticos no trasladados a los precios finales del pan, la competencia clandestina de kioscos, almacenes y verdulerías que venden productos sin controles sanitarios ni tributarios, y la presión fiscal, que no ofrece alivios impositivos para un sector golpeado por la inflación. "Estas prácticas informales distorsionan los precios y evaden impuestos, lo que nos deja en desventaja", explicó.
Respecto a las ventas, Albertus señaló que febrero fue un mes "trágico" por las altas temperaturas, aunque marzo mostró cierta estabilidad. Aun así, expresó esperanza en una mejora a corto plazo, siempre que se combine un "achicamiento del Estado" con mejoras salariales. Para el invierno, proyectó una temporada más favorable, aunque advirtió que las panaderías ya no subsisten solo con la venta de pan: "Deben incluir cafeterías", afirmó.
Sobre los insumos, los precios siguen en alza: una bolsa de harina oscila entre $12.500 y $16.000, mientras que grasas y margarinas tuvieron incrementos "muy fuertes" por la baja en la faena y exportación de carne. Aceites y chocolate acompañan la inflación mensual (3,5%), un desafío en un contexto donde las paritarias salariales avanzan al 1%. "¿Cómo aumentas un 3% si los costos suben más que los ingresos?", cuestionó.
Finalmente, Albertus destacó los esfuerzos de la Cámara junto al gobierno para combatir la venta clandestina, enfatizando que estas prácticas no solo dañan al sector formal, sino que evaden impuestos y precarizan el trabajo. El panorama para las panaderías tucumanas sigue siendo frágil: la adaptación con locales multifunción y la regulación de la informalidad aparecen como claves para evitar más cierres.