La reacción fue inmediata. Laura Loomer, activista ultra, pidió la renuncia de la fiscal general Pam Bondi, acusándola de “mentirle a la base”. Steve Bannon y Tucker Carlson dedicaron sus espacios a denunciar un supuesto encubrimiento, mientras que Elon Musk agitó la polémica al afirmar que Donald Trump figura en los archivos de Epstein, aunque luego retiró la acusación.
El propio Trump intentó calmar las aguas con un mensaje en redes: “Estamos en un solo equipo, MAGA, y no me gusta lo que está pasando. Todo por un tipo que nunca acaba de morir, Jeffrey Epstein”. Sin embargo, sus seguidores más radicales lo acusan de haber abandonado una de las banderas conspirativas que alimentaron su campaña.
El informe oficial incluye videos de seguridad que muestran que nadie ingresó a la zona de la prisión donde Epstein fue hallado muerto. También aclara que no se divulgarán más registros, y que la prioridad es “combatir la explotación infantil y hacer justicia a las víctimas”.
La crisis interna en el movimiento MAGA se suma a otras tensiones recientes, como el giro de Trump en política exterior y su acercamiento a figuras del establishment. En este contexto, el caso Epstein vuelve a ser un símbolo de fractura ideológica, donde la narrativa conspirativa choca con la institucionalidad que el propio expresidente ahora defiende.